A veces tenemos cosas tan arraigadas, tan dentro,
que cuesta un mundo sacarlas, cambiarlas...
Para alguien que no sabe que esas cosas condicionan
tu forma de ser y actuar, puede ser complicado entender porqué actúas de esa
forma.
Te acostumbras a que la gente se porte contigo de
una manera y crees que todos van a hacerlo igual.
Desconfías
de quien te trata bien porque crees que tiene algún interés o segundas
intenciones, que solo será otro que quiere reírse de ti.
Alejas a la
gente que te quiere y te trata bien porque crees que acabarán haciéndote daño.
En el fondo sabes que no es así, no en tu cabeza.
Te encierras
en una coraza. Nadie entra, nada sale. No te abres, tienes miedo de hacerlo y
darles la oportunidad de destruirte. Miedo. Domina tu vida en todos los
ámbitos. Miedo de ser tú mismo. Miedo al rechazo, al que dirán, a que se rían,
que te hagan daño. Miedo de ser un estorbo, de molestar, de que te traten bien
por compasión, por quedar bien, por compromiso. Miedo de ser una puta obra de
caridad, la buena acción del año. Miedo de dejar ver lo que hay dentro de ti
para que no puedan jugar con ello ni utilizarlo para herirte.
Porque en tu
cabeza no vales nada. No sirves para nada. Llevas tanto tiempo creyéndolo que
se convierte en tu única realidad. No le importas a nadie, no le interesas a
nadie. En ningún sentido. Da igual cuántas veces te digan que no es verdad,
cuantas veces te lo demuestren. No puedes creerlo ni verlo. No dejas que nadie
te vea de verdad. Llevas una máscara día y noche. Te escondes del mundo en tu
rincón, allí nada te hiere.
Esperas
siempre el siguiente golpe. Esperas que no duela demasiado. Esperas que sea
diferente. Esperas, pero sabes que no será así.
No buscas
aprobación, sólo que te dejen pasar, que te ignoren, ser un fantasma,
invisible. Intentas no destacar, pasar desapercibido. No crees que nadie pueda
fijarse en ti. ¿Cómo van a hacerlo? Nadie vendrá a salvarte y tu solo no
puedes. Todas esas cosas te arrastran, te arrasan, de nuevo al fondo, roto,
herido, destrozado.
Sigues en tu
rincón seguro y, de vez en cuando, lloras. Más a menudo de lo que te gustaría.
Tratas de sacar todo lo que llevas dentro. Y, a veces, crees que lo has
conseguido. Pero vuelve el miedo, la inseguridad y eso que creías que ya no
estaba ahora es más fuerte. Y aprovechas, escondido detrás de un avatar, a
desnudarte cuando nadie te lee. Y esperas, esperas que no se vuelva en tu
contra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por leer.