miércoles, 21 de enero de 2015

Sólo... dilo.




Abrió el grifo sin preocuparse de la temperatura del agua y una cascada de agua fría les caló de la cabeza a los pies. Deslizó las manos por la camisa de Iván, desabrochando los botones con toda la habilidad de que era dueña y, dejando resbalar las manos por su pecho, la dejó caer al suelo de la ducha. Iván subió con las manos por la cadera de su mujer, subiendo la camiseta, deshaciéndose de ella que terminaba de desnudarle con una velocidad torpe que la hacía parecer una niña inexperta. Se echó gel en la mano y comenzó a enjabonarla despacio, recreándose en cada parte de su cuerpo mientras ella hacía lo propio con el suyo.
-       Házmelo – susurró Marina, tratando de ser fina.
-       ¿El qué? – sonrió él, queriendo sacarle las palabras.
-       Eso – rió ella, tratando de mantener la compostura.
-       ¿Qué quieres? – casi jadeó en su oído.
-       A ti – gimió, al notar la mano fría de Iván subiendo por el interior de sus muslos – entre mis piernas – jadeó cuando los dedos expertos de su marido rozaron sus pliegues, aún sensibles – empujando – se rió – y sudando. ¡Ah! Sigue, sigue – casi gritó.
-       Dilo sin rodeos, nena. Quiero que…
-       … me folles contra los azulejos – le miró con intensidad. – Y que cumplas como buen marido que eres – se rió.
-       Te voy a dar yo a ti buen marido – se carcajeó, cogiéndola por las nalgas y subiéndola sobre su erección. Marina le rodeó la cadera con las piernas y se le metió dentro con ayuda de la mano. – Y te voy a follar contra esa pared – murmuró justo antes de morderle el labio inferior casi con saña. – Me pone muy caliente oírte hablar así de mal – se rió contra su cuello.
-       Te pone cachondo – sonrió ella, mirándole a los ojos.
-       Tú me pones cachondo.

Un café con Sara

Quedé con Vanessa en El Café de la Luz a las cinco. Llevaba semanas hablando con ella, preparando la cita para una de sus próximas visitas...