Perdóname, es que, a veces, el corazón se me sube a la
cabeza y no me deja pensar con claridad. Mi piel tiene memoria y recuerda tus
manos desfilando por mi cuerpo y, claro, a ver quién es la guapa que se
concentra cuando a mis labios les da por rememorar el beso que me has dado
antes de marcharte, con el sabor a café y tostadas del desayuno. O quizá sea
yo, que ya te encuentro en cada detalle, en cada esquina. Pero es que mi camisa
huele a tu colonia y mi pelo tiene la forma que le han dado tus dedos al colocarlo
tras mi oreja y, claro, a ver quién es la guapa que puede dejar a un lado todo
eso. Si hasta mis ojos se cierran solos para poder ver esa sonrisa que me
dedicaste anoche antes de dormir. Si mis piernas tiemblan sólo de recordar tu
cuerpo junto al mío y, claro, a ver quién es la guapa que olvida ahora ese
arrebato entre las sábanas y los susurros entrecortados que vibraban en tu
garganta y hacían eco en mis oídos. Pero, tranquilo, es sólo que el corazón se
me ha subido a la cabeza y y le ha dado por revolver en el cajón de los
recuerdos canturreando el vals de Amèlie y mi cabeza se ha quedado tonta y ya
no sabe razonar, pero pronto lo pongo todo en orden y recuerdo a ese músculo
bobo que aún nos quedan unas horas para que tus manos vuelvan a dejar recuerdos
en mi piel.
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