Te observo dormido a mi lado, con esa expresión de niño
bueno que tienes cuando sueñas. Escucho tu respiración pausada y resisto el
impulso de apoyar la cabeza en tu pecho para oír los latidos de tu corazón. Ese
sonido me calma y me ayuda a conciliar el sueño cuando mi cabeza truena
empeñada en que no te merezco. O quizá seas tú quien no me merece por ser digno
de algo mejor de lo que soy yo. Aprieto los ojos y siento que te revuelves. Tu
mano se posa distraída en mi cintura y la paz de tu rostro me dice que sigues
dormido, aunque la sonrisilla que has dibujado me despista un poco.
No logro controlar el impulso que lleva a mi mano a desfilar
por tu piel desnuda. Recorro tu hombro, ese en el que me apoyo y me escondo. Tu
brazo, que me rodea con fuerza cuando me abrazas. Tu pecho, en el que duermo y
me desvelo a partes iguales. Las yemas de mis dedos se aventuran por tu vientre
firme, moldeado, el que me hace pellizcarme de vez en cuando para recordarme
que no eres un sueño, que de verdad duermes a mi lado. Y se detienen, cobardes,
como siempre, a unos milímetros de la línea de fuego marcada por el inicio de
tu ropa interior.
Te revuelves y tus ojos se abren levemente. Parpadeas,
adaptando la vista a la oscuridad. Veo tu sonrisa más amplia y te deleitas en
el roce de mis dedos en esa zona peligrosa. Mil bombas estallas en mi cabeza,
ya no razono, me vuelvo toda carne y latidos frenéticos. Mi cerebro pierde el
control de mi cuerpo. Ya no hay vergüenzas ni inseguridades porque, al fondo de
tus pupilas, puedo leer el deseo que me tienes. Porque tus manos son menos
prudentes que las mías y mi ripa ya ha volado por el aire de la habitación.
Porque me agarras de la cadera y nos haces rodar. Porque… ¡ah!
A veces tengo que pellizcarme para recordar que no es un
sueño que tu piel choque con la mía. Aún cuando escucho tus jadeos
estrellándose en mis oídos me parece irreal que seas tú el que está ahí,
conmigo. Aún cuando estás tan cerca que ni el aire cabe entre nosotros. Aún
cuando tu cuerpo baila con el mío con ese sonido sordo y rítmico. Aún cuando
tus manos me aferran, me apresan, como garras. Aún cuando me abandono a ti de
tal manera que soy sólo un juguete.
Ya no razono porque un cosquilleo me sube por la espina
dorsal y siento mis piernas empezando a temblar, antesala de la sacudida del
orgasmo que me provocas. Mi espalda se arquea y tus labios acarician el valle
de mi garganta. Tu cadera danza con la mía en un sensual movimiento. Te
abandonas, escondiendo el rostro en la curva de mi cuello, murmurando palabras
ininteligibles. Me dices que, en ese momento, eres el ser más vulnerable del
universo. Y yo tengo que pellizcarme para recordar que no es un sueño que ahora
te adormezcas entre mis brazos…
Increíble sensación. Y muy difícil de explicar. Felicidades
ResponderEliminarAinss cada día escribes mejor jodía!! Precioso!! Me encanta la facilidad con la que pones palabras, a algo que yo no sabría ni describir bien 😘
ResponderEliminarMuchas gracias Pitu :*
EliminarAinss cada día escribes mejor jodía!! Precioso!! Me encanta la facilidad con la que pones palabras, a algo que yo no sabría ni describir bien 😘
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