viernes, 5 de febrero de 2016

Ella y Él


Aquella noche se puso su vestido favorito y sus tacones nuevos. Se había pasado horas frente al espejo maquillándose y peinándose hasta darse el visto bueno. Se veía bien, guapa y, tras recibir una mirada de aprobación de su reflejo, cogió su bolso y se dirigió al bar donde había quedado con sus amigas. Las localizó pronto, no era difícil, siempre solían ponerse en la misma zona. Cerca de ellas, en la barra, había un grupo de chicos. Les había visto al entrar y sus ojos se habían fijado en uno de ellos. No era especialmente guapo, no sabía qué era exactamente, pero no podía dejar de mirarle.

Le habían arrastrado a aquel bar. No siquiera tenía ganas de salir, hubiera preferido quedarse en casa viendo la tele o alguna pelñicula, pero allí estaba, sentado en la barra, bebiendo y riendo. La vio entrar, como un maldito huracán, como esas escenas en que el tiempo se para, todo oscurece y un foco la alumbra sólo a ella. Estaba seguro de haberla visto antes, no lograba ubicarla, pero daba igual, no podía dejar de mirarla. Tenía esa clase de belleza que no todos saben ver, unas curvas generoas, una mirada limpia y penetrante...

Se acercó a la barra a pedir y la pilló mirándole. Ambos se cazaron. Bajó la vista, avergonzada y oyó cómo los chicos reían. Bufó y se recompuso, sonrió muy educada a la camarera y pidió una copa.

- Hola - dijo una voz a su lado.

Le temblaban hasta las pestañas. ¿Cómo le habían convencido para acercarse? Ella le lanzó una mirada asesina y él tragó saliva y volvió a intentarlo.

- No quiero molestar, pero te he visto entrar y...
- ¿Y? Te has dicho "vamos a burlarnos de ella", ¿no? ¿Qué habéis apostado? ¿Una copa, una ronda? Bah.
- Yo... Lo siento.

Volvió con sus amigos, con la abeza gacha y un nudo en la garganta. Sacudió la cabeza y recibió un par de palmadas en la espalda y alguna palabra de ánimo.

Ella se maldijo mentalmente, se repitió que era mejor así para convencerse mientras su cabeza desarrollaba un escenario idílico en que no le había apartado. Volvió con sus amigas, que le reprocharon que hubiera sido tan borde y no le diera una mínima oportunidad al chico. La tacharon de diva. De pronto ya no le apetecía la copa ni estar allí. Ya no se veía guapa y sólo quería volver a casa. Le pasó la copa a una de ellas y se despidió sin besos. Se limitó a ponerse el pijama, acurrucarse bajo las mantas y llorar hasta que el sueño la venció y dejó paso a unos sueños donde el lastre a sus espaldas no condicionaba su vida...

1 comentario:

  1. Creo que más que borderío es cobarde, pero tan real que asusta. Todo lo qie dejamos pasar por cobardía y miedo. Y el miedo es a confiar.

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Gracias por leer.

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