viernes, 17 de julio de 2015
Kamikaze
El corazón no atiende a razones o, tal vez, atienda sólo a la suya propia. El cabrón podía tener un poco más de cerebro, ser un poco más racional de vez en cuando, protegerse a sí mismo de los golpes y las heridas. Minimizar los daños. Pero no, el corazón se lanza de cabeza a una piscina vacía. Sabe que va a estrellarse, pero le da igual. Sabe que se hará pedazos, que acabará destrozado y que hará falta mucho más que tiempo para repararse, pero lo hace. Él es un valiente al que hay que controlar. Un jodido kamikaze al que poco le importan las cicatrices que ya luce. Hace oídos sordos a una cabeza que le grita que se controle. Eso a él le da igual. Él siente sin medida, sin freno. Él se vuelve loco, se deja llevar, y ya afrontará otro las consecuencias cuando la bomba le estalle en las manos y sus pedazos queden esparcidos otra vez.
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